Sunday, February 28, 2010

Terremoto y tsunami en Chile

SANTIAGO - "Yo pensé que se iba a acabar el mundo", dijo una habitante de Constitución, sur de Chile, cuando habló con la presidenta Michelle Bachelet, ayer sábado. La zona fue golpeada por olas gigantes durante el seísmo de 8.8 grados que destruyó el centro-sur de Chile, dejó más de 700 muertos, 1.5 millón de casas destruidas y 2 millones de damnificados.

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Huella de muerte

Imágenes emitidas el domingo por la televisión nacional chilena muestran la huella del terremoto del sábado 27 de febrero. Constitución, un poblado ubicado en la provincia de Talca, en la desembocadura sur del río Maule (poco más de 500 km de Santiago), quedó devastado. "La ola se llevó todo", dijo un poblador al borde del llanto. "Nunca había visto una calamidad como esta", agregó.

Según los testigos, en el momento del terremoto el mar se salió, entró a tierra y se llevó todo por delante. Casas, negocios, automóviles, árboles y ornamentos de la ciudad simplemente no están o quedaron destruidos cubiertos de lodo y algas marinas. El panorama es desolador.

Poco después del despacho de las imágenes, el periodista Amaro Gómez, de Televisión Nacional de Chile (TVN) despacha en vivo desde la ciudad de Concepción (509 km al sur de Santiago) un saqueo a bodegas de un supermercado. Centenares de pobladores rompen las puertas del lugar para sacar cajas con alimentos.


"Señora, robo, delincuencia, pillaje, vandalismo o necesidad. ¿Qué es esto?", pregunta el reportero. Una mujer responde: "Necesidad. Vivimos en un edificio de cinco pisos y desde ayer no tenemos agua, energía eléctrica ni nada. Estamos desesperados".

Policía antimotines

Cinco minutos más tarde aparece un pelotón de la policía de Carabineros con carros lanza-aguas y los saqueadores huyen despavoridos.

"No tenemos para comer, no tenemos comida para nuestros niños", dice un hombre llorando frente a las cámaras. Otra mujer dijo que llegó al lugar porque escuchó que estaban regalando comida y agua.

Pese a que las autoridades aseguraron que estaban entregando alimentos y agua a los cientos de miles de damnificados, la realidad es otra. "Sabemos que esto se repite en otras ciudades, en otras partes de Concepción", relató Gómez. "El grito de pan es lo que motiva esta estampida, este saqueo".

Otro hombre lleva un pequeño refrigerador a cuestas. El reportero se acerca y le dice: "Esto no es necesidad, esto es robo, Son las dos caras de esta realidad que se vive un día después del terremoto".

No lejos de ahí mujer grita y exige a la policía que los deje tranquilos. "sólo estamos buscando cosas para comer porque los negocios no están abriendo".

Cifras oficiales

Mientras siguen los saqueos y disturbios en Concepción, una de las
zonas más afectadas por el terremoto del sábado, las autoridades chilenas confirmaron que el número de muertos por el sismo es de 300, pero advirtieron que la cifra puede crecer.
"Creemos que la cifra real llega a los 300. Y creemos que el número seguirá aumentando", dijo Carmen Fernández, directora de la Oficina Nacional de Emergencias (ONEMI).

Bachelet declaró "zona de catástrofe" seis provincias dañadas por el seísmo.

"Fue una catástrofe de devastadoras consecuencias", dijo el sábado la mandataria, frase que repitió durante un emotivo  mensaje transmitido cerca de las nueve de la noche.

Bachelet entregará el mando de la nación al presidente electo Sebastián Piñera, el 11 de marzo.

Sigue temblando

Un día después del seísmo, el mayor en los últimos 50 años en Chile, los miles de damnificados comenzaron a desesperarse al tiempo que más de 120 réplicas han sacudido la zona, algunas con intensidad superior a los 6 grados en la escala de Richter.

Según el Instituto Geológico de Estados Unidos (USGS), los últimos cuatro movimientos telúricos alcanzados intensidades de 6.1, 5.2, 5.0 y 5.2.

Por cada hora se registran entre cuatro a seis temblores fuertes, situación que aumenta dramáticamente el miedo en la población afectada por el terremoto, quienes además de haber perdido sus casas están sin energía eléctrica y los centros de abastecimientos no son suficientes para atenderlos a todos.